Homilía

Muy estimados Padres Capuchinos, Fray Luis Eduardo Rubiano, Ministro Provincial en Colombia, Fray Rafael Gutiérrez, ecónomo Provincial, Fray Juan Guinar, Fray Rubén Darío Ortiz, Fray Julio Cesar Venegas; Fray Carlos Iván y Fray Alberto.

Muy queridos sacerdotes, estimadas religiosas, diáconos y seminaristas; Autoridades civiles, militares y de policía, querida comunidad de la Parroquia de san Judas Tadeo y comunidad en general.

Nos congregamos en el día de hoy para conmemorar los 90 años de la presencia Capuchina en la vida de fe de nuestras islas. Dios va pasando por la historia de la humanidad por cuanto es el Señor de la historia; pasa también por la historia de los pueblos, y en cada uno de ellos va dejando su huella; Hoy, en el Evangelio pasó por la vida de Zaqueo y la transformó totalmente.

Permítanme hablar entonces del paso de Dios por las Islas de san Andrés, Providencia y santa Catalina, y del alguna manera entender cómo ha sido la historia de salvación de este pueblo, escrito en gran medida por la presencia de los capuchinos, a quienes agradecemos y rendimos un homenaje muy especial.

Me valgo del número tres, que está lleno de significado; tres son las personas divinas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres son las virtudes teologales, fe esperanza y caridad; tres los consejos evangélicos: pobreza, castidad y obediencia que los capuchinos profesan; tres veces se repite la alabanza divina: santo, santo, santo; tres son los días que anteceden a la Resurrección. Me valgo de este número divino para recordar algunos elementos de la historia de la presencia Capuchina en estas bellas islas de san Andrés, Providencia y santa Catalina.

La Historia de los Capuchinos en estas tierras comienza formalmente en Roma, cuando por decreto de la Sagrada Congregación de la Propagación de la Fe, 1945 del 21 de Mayo de 1926, las misiones de san Andrés fueron encomendadas a los padres Capuchinos. Era una misión que la recibían de los padres Josefitas de Baltimore, quienes habían enviado transitoriamente a dos misioneros para la evangelización de las islas, y que en el poco tiempo que estuvieron, dejaron las bases muy firmes en la Misión de Providencia, pero muy poco pudieron hacer en san Andrés.

Comencemos con el primer 3, mencionando tres fuerzas fundacionales. Tres fueron las fuerzas que se unieron para dar solidez jurídica y evangelizadora a esta Misión, pues se unieron el Eminentísimo Van Rossun, Cardenal Prefecto para la Propagación de la Fe; El Padre Melchor de Benisa, Procurador General de los Capuchinos; y la Provincia Capuchina de Valencia. Sobre los hombros de ellos quedará sostenida la evangelización de las Islas. Grandes esfuerzos y gran creatividad deben juntarse para emprender esta obra misionera.

Tres presencias hermanas. La Misión de san Andrés y Providencia es asumida por la Provincia Capuchina de Valencia, España, quienes cuentan con tres presencias en Colombia que forman otra triada: Guajira, la Custodia Misión de Bogotá y san Andrés, Providencia y Santa Catalina, que poco a poco van estableciendo nexos de gran hermandad y de apoyo, como el caso de que el primer misionero que llega a san Andrés proviene de los capuchinos de la Guajira.

Tres capuchinos fundamentales. Les podemos dar el título de pilares, porque es con ellos que la Misión va tomando una forma real en el tiempo. Nos remitimos al año de1926, cuando aparece la convicción del Padre Laureano Masamagrell, Provincial de Valencia, quien ha puesto en su corazón la evangelización de san Andrés y Providencia; Se junta luego el padre Eugenio Cargagente, quien aceptó ser superior de la misión de san Andrés; y por último el misionero veterano y barbado, el Padre Cristobal Canals, quien llegó a san Andrés el 2 de noviembre de 1926, procedente de la misión de Guajira.

Tres apoyos misioneros. Apenas llegados los primeros misioneros, se dan cuenta que es necesario contar con un equipo más amplio para tanta tarea que hay que emprender; así que para completar el equipo misionero inicial se necesita sangre joven, y enviaron de España tres misioneros jóvenes, con gran espíritu religioso y misionero: los padres David de Castellfor, Carlos de Orihuela, y el hermano Antonio de Nolvelda.

Una vez instalados y conocedores de la realidad nueva que tienen que enfrentar, entonces comienzan a mirar por dónde comenzar el trabajo. Así que determinan tres urgencias: La Evangelización, la educación de niños y jóvenes y la caridad.

Digamos algo de la evangelización. La razón fundamental de la presencia de los capuchinos es anunciar a Jesucristo, en sus grandes misterios, la encarnación, la pasión muerte, resurrección y ascensión a los cielos. Esto es lo primero que comienzan a realizar los capuchinos, siempre animados por un gran espíritu misionero. Su tarea es llevar a Jesucristo a cada hogar, a cada familia, a cada persona, de tal manera que se convierta en el centro inspirador de la vida de cada persona.

Los Capuchinos querían con todas sus fuerzas que el amor a Jesús, el contacto con lo divino fuera muy vivido por el pueblo isleño, y a esta tarea entregaron sus mejores fuerzas. La misión Capuchina siempre siguió las fuentes del Evangelio y el camino de los Sacramentos, y que a pesar de haber llegado tiempo después de otras tradiciones religiosas, han hecho un buen núcleo de católicos. Una labor realizada con empeño admirable, en medio de grandes dificultades, pero también con el gozo de haber enraizado el amor a Jesucristo, el gusto por la Sagrada Eucaristía, el cariño grande por María Santísima, y el compromiso de tantos laicos en los coros, los consejos de pastoral y las diferentes actividades parroquiales.

Muy pronto notaron que era indispensable comenzar otra labor muy importante para la promoción humana de los habitantes, especialmente de la niñez y la juventud, y hablamos de la educación; aquí juega un papel muy importante P. Eugenio Cargagente, quien habló con Monseñor Luis Amigó para que les cediera unas cuantas terciarias capuchinas, y así la primera religiosa en llegar es Sor Verónica de san Juan, como superiora y al lado de ella cinco religiosas más.

Una de las satisfacciones más grandes para las capuchinas es cuando los estudiantes, muy alegres por haber llegado a la graduación, “se sentían muy importantes porque podían mostrar su cartón recibido de dichas escuelas”. Y en palabras Monseñor Ferrandiz: “la presencia de las hermanas capuchinas es y ha sido durante mucho tiempo, un ferviente anhelo de los padres de familia y una justificada aspiración de las autoridades”. Es bueno recordar de manera especial la labor de Monseñor Gaspar de Orihuela, quien llenó las islas de escuelas, conociendo la necesidad de un pueblo que quería ser culto.

Este trabajo de la educación particularmente, se ha vivido entre rosas, y espinas; las rosas, por gracia de Dios, son muy bellas, y son tantas personas que han pasado por los claustros de los capuchinos, y que hoy tienen puestos significativos en la sociedad, y son quienes más agradecen la formación recibida; por eso a ellos les pedimos que luchen con todas sus fuerzas, para hacer que la presencia capuchina en la educación de nuestra Isla sea más valorada y cuidada, porque son un aporte fundamental en la vida de nuestras gentes. Un acto de gratitud por parte de la sociedad isleña y de las autoridades Departamentales, sería el asegurar su presencia en la educación de las nuevas generaciones, porque la historia da la razón de que la educación capuchina es de calidad y ha hecho un gran bien. Por justicia con la historia y por amor a los Capuchinos deberíamos luchar por su presencia entre nosotros.

Otra trabajo que va a implicar mucho compromiso es la Caridad; nuestra Iglesia se ha caracterizado por ser abanderada de la atención a los más desfavorecidos de la sociedad; los enfermos son atendidos, los pobres socorridos, los presos consolados. Pero hay una obra de caridad muy especial, es con los pobres y ancianos. Desde el comienzo de la Misión, los padres capuchinos siempre tuvieron este gran deseo: el de la fundación de un Ancianato para recoger a un número de ancianos que no pueden ser atendidos en sus casas y llevan una vida muy precaria. Por eso hoy se cuenta con la Institución para amparar a los ancianos necesitados, que tuvo una larga historia, que data de 1926 cuando Monseñor Gaspar de Orihuela recibió una casa para que fundara allí el ancianato; posteriormente fue Monseñor Robledo quien comenzó la organización de un grupo de personas con quienes recolectaron algún dinero. Pero comienza a tomar verdadera forma en 1975 juntando las fuerzas de Monseñor Antonio Ferrandiz, las Hermanitas de los Pobres y un grupo importante de seglares, y así se llevó a cabo el sueño de todos, el Hogar del Anciano san Pedro Claver; sea el momento para invitar a seguir juntando las fuerzas eclesiales y sociales para seguir sosteniendo esta bella obra de la caridad cristiana.

Los tres primeros frutos vocacionales, es curioso pero también vienen de a tres; si es por el lado de los sacerdotes, los primeros tres frutos sacerdotales fueron los padres Eusebio Houward, Martín Taylor y José Archbold, todos de gran importancia en la evangelización isleña, frutos que luego se complementarán con la valiosa presencia de los padres Benito y Marcelino; y si es por el lado femenino, también aparecen los primeros tres frutos y son las tres primeras religiosas, las hermanas Edelmira, Alicia y Jacinta de Providencia, quien de cuando en cuando, sobre todo por septiembre, viene a cosechar las mangos de su tierra natal.

Esta historia de noventa años, tiene tres momentos muy significativos. Comienza su presencia con el nombre de Misión Católica, que tiene sus orígenes el 21 de Mayo de 1926, encomendada a los padres Capuchinos. Viene entonces un segundo momento significativa en ocurre en el año 1946, año que se tuvo la visita de Monseñor Paupini, Nuncio Apostólico de su Santidad en Colombia, quien, en su informe a Roma sobre el estado de la Misión, trajo consigo el beneficio de la elevación de Misión de San Andrés a Prefectura Apostólica, siendo nombrado primer Prefecto a Monseñor Eugenio Cargagente, quien el 8 de Noviembre de 1946 tomó posesión de su cargo. Y el tercer momento ocurre el 5 de diciembre del año 2000, cuando la Prefectura Apostólica fue elevada al Vicariato Apostólico por la bula De Evangelii proclamatione del papa Juan Pablo II. Como su primer obispo se nombró a Monseñor Eulises González Sánchez, quien tomó posesión el 1 de abril de 2001. Esto muestra la madurez de nuestra Iglesia Isleña; esperamos que cuando sea el momento más prudente podamos dar el cuarto paso, el paso de llegar a ser Diócesis.

Así, poco a poco, con la presencia de tantos misioneros que han pasado por estas islas se ha venido tejiendo la historia de la salvación del Vicariato; historia en la cual Jesús ha sido el inspirador mismo. Hoy podemos repetir como dice Jesús en el Evangelio: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa”, que es lo mismo que decir, hoy, recordamos cómo en estos 90 años ha venido construyéndose la salvación de nuestra islas.

Podríamos seguir enumerando triadas, pero solamente quería hacer una muestra sencilla de la gran obra que han realizado ellos, los misioneros Capuchinos en nuestras Islas, y para pedirles que ojalá no haya menos de tres capuchinos en la parroquia, porque así se asegura una presencia significativa y evangelizadora. También pretendo suscitar en la comunidad sentimientos de gratitud para con ellos, de gran aprecio y de gran acogida.

Que la Divina Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo sigan iluminando, guiando y sosteniendo esta obra magnifica en nuestras Islas; que la Madre Santísima los siga protegiendo, y que en diez años estemos celebrando la centuria de la obra evangelizadora entre nosotros.