«LA MISERICORDIA, LA VIGA Y CREDIBILIDAD DE LA IGLESIA» BOLETÍN DE NAVIDAD

Por Rubén Darío Cuervo Pérez

Cuando el Papa Francisco afirma en la bula Misericordiae Bultus

 ”La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia…nada en su anuncio y en su testimonio hacia el mundo puede carecer de misericordia. La credibilidad de la Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo”

Vienen a mi mente varios pasajes de la biblia que hacen referencia a este atributo especial de Dios, pero sobre todo uno en particular, el del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37), en donde Jesús, con un lenguaje sencillo, didáctico y expresivo y recurriendo a su pedagogía que hecha mano de lo cotidiano con el fin de hacerse comprensible y cercano, logra crear en el oyente no solo atención sino también sensibilidad y producir una respuesta a su palabra.

El Buen Samaritano, llama la atención porque no solo siente compasión y ofrece ayuda al herido, si no que se interesa por su ser lo cual lo lleva a desprenderse de su tiempo y su dinero, hace el ejercicio intelectual del despojo interior para darle paso a los sentimientos y valores más nobles que puedan anidar en el corazón y la razón.

Si bien la razón de ser la Iglesia, es decir, de todos nosotros bautizados, es ser portadora de misericordia como bien lo ha expresado el Papa, ser levadura y sal que le dé sentido a la sociedad y a sus intereses egoístas, ésta a veces se muestra esquiva y distante no tanto porque no entendamos el mensaje tanto de Jesús como el Papa, sino porque ser misericordiosos es un valor que exige despojo interior, humildad para reconocer las propias limitaciones y con ellas abrirnos a la gracia, y sobre todo sensibilidad ante el dolor y la necesidad del prójimo.

Y es que para reconocer al otro, a mi hermano como prójimo, primero debemos aprender a ser prójimos de sí mismos, es decir, sentirnos necesitados del amor y el perdón de Dios, sentir el abrazo de nuestro Padre que día a día se hace el encontradizo y además de querer quedarse en nuestra casa, que también busca transformarnos en hombres nuevos.

Fue el ejercicio que hizo el Buen Samaritano para poder despojarse de un poco de su tiempo y su dinero y además cargar a aquel hombre desconocido y llevarlo a la posadera. Otro aspecto a tener en cuenta en esta parábola y en todas las demás, Jesús se nos revela como teólogo, maestro y pastor.

Como teólogo, Jesús no solo nos revela el Reino de Dios, el es el Buen Samaritano que nos viene a revelar y a enseñar un Dios Padre cercano, querido, que lo único que sabe es amar y perdonar.

Como maestro, Jesús sabe llegar a todo público, entre sus seguidores habían mujeres, niños, adultos, ancianos, ricos, pobres…y sin embargo a cada uno le llega su mensaje ya sea por sus gestos, palabras o hechos, es decir, nadie es indiferente a su persona porque supo llegar a la vida de cada uno y les ofreció el pan de vida que sacia, llena y sobra, su persona.

Como pastor, Jesús fue sensible al sufrimiento y dolor humano, no hablaba como los maestros de la ley, él se comunicaba desde la experiencia y cercanía que tenía del Padre, fruto de la oración de tal forma que todo él era plegaria, era vida hecha oración.

Tres aspectos a tener en cuenta un nuestro apostolado y misión como religiosos e Iglesia que somos y como una forma de vivir la misericordia y ser testigos de misericordia. Que este año santo de la misericordia nos ayude a expresar el amor de Dios y de reafirmar nuestra vocación de menores.